Sam se había levantado
temprano. Casi no había podido dormir, después de tanto llorar había logrado
conciliar un sueño agitado. Despertó inquieta y deprimida, de modo que se
levantó, se dio una ducha y llamó a Crappy.
-
Por favor Crappy, cuando mi padre baje, dile que venga a verme.
No quería arriesgarse a
encontrar a Giulian, así que esperó pacientemente a que su padre fuera a verla.
Giulian por su parte no
había logrado pegar ojo. Durante toda la noche estuvo repasando su desastroso
encuentro con Sam, se reprochaba una y otra vez su decisión de haber ido a la
boda. Lo único de lo que no se culpaba era de haber puesto en su lugar a aquel
individuo. Lo que no lograba entender en su
caótico cerebro, era por qué Sam se había enfurecido tanto, ya que él solo
había evitado que aquel hombre la siguiera obligando a unas caricias que
evidentemente no deseaba. ¿O sí? Bajó temprano al desayunador con la
intención de verla, de explicarle, de tener una conversación civilizada. Cuando
Dan llegó lo encontró tan ensimismado que tuvo que agitar la mano frente a su
rostro para que reaccionara.
-
¡Eh! ¿Dónde andas? -- preguntó a modo de saludo
-
Buenos días Dan
En ese momento apareció
Crappy para cumplir el encargo de su ama. Giulian casi se levanta para ir tras
Dan pero recordó que Sam lo había echado de su habitación.
Cuando Dan entró a la
habitación de su hija, la encontró de pie al lado de la ventana y con una
expresión ausente. La saludó abrazándola y la chica se quedó un rato en sus
brazos.
-
Papá, voy a salir por unos días
-- le dijo pensando en el plan
que se había trazado
-
¿Salir? ¿A qué te refieres con salir?
-
Me iré, voy a tomarme unos días de descanso
-
Pero… ¿A dónde? ¿Con quién? No habías dicho nada al
respecto ¿Qué sucederá con los niños?
-
Es que con todos los preparativos de la boda olvidé mencionarlo -- le
mintió -- En cuanto a los niños, espero que mamá pueda
encargarse por unos días y sé que Mael está en perfecta capacidad para hacerlo,
pero… de veras necesito tomarme unos días
-
Aún no me has dicho dónde y con quién irás --
insistió él olvidándose de los niños
-- Tu hermano y tus amigas no…
-
Iré con Casander -- mintió
audazmente
-
¿Con Casander? -- Dan la miró y
tuvo la certeza de que su hija por algún motivo que desconocía le estaba
mintiendo -- Samantha, tenía la impresión de que las cosas con Casander no
marchaban del todo bien, casi estaba seguro de que terminarías esa relación en
cualquier momento.
-
Bueno papá de eso se trata, quiero estar un tiempo a solas con él para
ver si podemos solucionarlo.
En el improbable caso de
que aquello fuera cierto, Dan estaba seguro de dos cosas. La primera que su
hija perdía su tiempo, porque era muy evidente que sus sentimientos por
Casander no eran para nada firmes. Y la segunda, una decisión como aquella no
contribuiría en nada a resolver el asunto. De pronto recordó lo que había
estado pensando la noche anterior y decidió probar por ese camino.
-
Hija, quiero que me digas algo
-- dijo acercándose a ella y
tomándola en sus brazos nuevamente -- ¿Tiene algo que ver la llegada de tu padrino
en todo esto?
Sam se tensó al momento.
¿Qué sabía su padre? De hecho no era posible que supiera nada. Sólo Danny y
Aderyn lo sabían y ninguno de los dos se habría atrevido a traicionarla. No se
había dado cuenta de que unas lágrimas
habían comenzado a escapar de sus ojos y cuando contestó su voz era sollozante
y se maldijo por eso.
-
No papá.
Ahora Dan sí estaba
seguro de que su hija se había peleado con su padrino. El llanto de la noche
anterior y la cara de Giulian al salir
de la habitación de Sam eran clara señal, pero la reacción de este momento era
la confirmación. Sin embargo, también estaba seguro que ella no le diría por
qué. De modo que decidió no insistir, pero luego hablaría con su amigo, estaba
seguro de que Giulian sí le diría el motivo.
-
¿Cuándo piensas irte? -- le preguntó cambiando el tema
-
Apenas me despida de mamá y hable con Mael -- le
contestó
-
Muy bien, bajemos a desayunar y…
-
No, no tengo hambre -- lo interrumpió ella
A pesar de la enorme
preocupación que sentía por su hija, Dan se sentía atado de manos, impotente,
ella no le dejaba ni el más mínimo espacio por dónde meterse para ayudarla. De
modo que acompañó a Sam a despedirse de su madre. Amy no se lo tomaría muy bien
y era mejor evitar en lo posible una confrontación entre ambas.
Efectivamente Amy se lo
tomó muy mal. No estaba de acuerdo en que una jovencita se fuera sola de
vacaciones con su novio. Y para sorpresa de Amy, su marido apoyaba la decisión
de su hija, cosa que le extrañaba sobremanera, ya que aparte de ser muy celoso
con Samantha, siempre había mostrado solo ante su esposa, que no estaba muy
contento con aquella relación. Lo que Amy ignoraba, era que Dan estaba
convencido de que su hija se iba sola.
Sam salió del cuarto de sus padres y llamó a Mael que estuvo allí
enseguida.
-
¿Qué sucede Nena?
-
Necesito pedirte algo Mael
-
Lo que sea
-
Mael, necesito tomarme unos días
de… descanso, y quiero pedirte que cuides a los niños en mi ausencia
-
De acuerdo Nena, no te preocupes, yo me haré cargo de que no te echen
tanto de menos -- pero en sus ojos había una profunda tristeza
-
Mael…
-
No tienes que darme explicaciones, pero no olvides que yo siempre voy a
estar si me necesitas
Ella lo abrazó y comenzó a
llorar de manera incontrolada mientras el corazón del chico se hacía pedazos.
Sin embargo, guardó silencio y la dejó desahogarse hasta que estuvo más
tranquila.
-
¿Ya se lo dijiste a tus padres?
-
Sí, pero no he hablado con Iván y la verdad…
-
Descuida yo lo haré, él entenderá
-
Gracias Mael, no sé qué haría sin ti
Él la acompañó a despedirse
de los niños, luego esperó a que recogiera algunas cosas que le faltaban y bajó
con ella al salón después de asegurarle que no había nadie ahí, le dio un
último abrazo y la vio entrar al Dver. Cuando ya se iba, lo último que Sam vio
fueron unos ojos azules que la miraban con asombro.
-
¿A dónde fue? -- le preguntó Giulian a Mael
-
Si ella no consideró adecuado decírtelo, ciertamente yo no lo haré
Giulian -- dicho esto y mirándolo con un peligrosísimo
brillo en los ojos que habría sido imprudente ignorar, abandonó el Salón y se
fue en busca de Iván
Previamente y mucho antes
de salir, Sam había enviado un mensaje a Casander citándolo en un café del
centro de Kelten, aquello era algo que debía solucionar primero. Cuando llegó,
se sentó en una mesa alejada y esperó. A los pocos minutos se presentó su novio
con una cara de terrible consternación y ella sintió pena por él.
-
Samantha, yo… -- comenzó, pero
ella no lo dejó continuar.
-
Siéntate Casander, no te he llamado para que hablemos de lo sucedido
anoche.
El chico se permitió un
cierto sentimiento de alivio, pero aun así la seriedad de su novia no
presagiaba nada bueno.
-
Casander, anoche me hiciste una propuesta, pero lamento tener que
decirte que no. No ahora y no después. Cometí un terrible error al aceptar
involucrarme contigo. Eres una persona maravillosa y no mereces esto, creo que
estarás mejor sin mí. Ya encontrarás a alguien a quien ofrecerle tu amor y que
sea digna de él.
Casander la miraba con
los ojos muy abiertos. La pasada noche había cometido la mayor estupidez de su
vida y ahora le estaba costando a la mujer que amaba.
-
Samantha, yo sé que anoche me porté como un patán y no tengo excusa,
pero por favor, tú sabes que yo te amo. Me dejé arrastrar por los celos y…
-
¿Celos?
-
Bueno si, ya sé que es absurdo, pero es que al verte en brazos de
Giulian…
-
¡¡¡Casander!!! … ese hombre…
-
Sí, ya lo sé, es tu padrino, tú lo quieres como si fuera tu padre, pero
es que por la forma en que te miraba yo me confundí, entiende por favor, había
bebido mucho y ya sé que no es excusa pero…
-
Basta Casander -- dijo Sam sintiéndose miserable al escuchar
todo aquello -- ya te dije que esto no es por tu
comportamiento de anoche. Tal vez te resulte muy duro escucharlo, pero es que
simplemente no te amo. No puedo estar contigo viviendo una farsa.
Casander suplicó mucho
más allá de lo que su orgullo le hubiese permitido en otras condiciones pero no
consiguió nada. Samantha estaba decidida a dejarlo y nada la haría cambiar de
idea.
-
¿Sigues amándolo, verdad?
-
¿A quién? -- preguntó alarmada
-
No lo sé, nunca me lo has dicho, pero este repentino ataque solo puede
significar que has vuelto a verlo y te has dado cuenta de que aún lo amas. No sabes cómo me duele no
haber sido merecedor de tu amor.
-
Si eres merecedor del amor de cualquiera Casander. Solo que yo no puedo
dártelo.
-
Solo espero que él se dé cuenta de lo que tiene.
-
No, no lo hará -- dijo Sam inconscientemente.
Casander la miró con una
sonrisa triste, porque sus palabras confirmaban sus sospechas. Le hubiera
gustado saber quién era aquel imbécil que la hacía sufrir de aquella manera,
para arrancarle el corazón con sus propias manos.
-
Samantha, quiero que sepas una última cosa. No importa cuánto tiempo pase,
no importa lo que suceda, si alguna vez quieres volver, yo te estaré esperando.
-
Gracias Casander, pero no es eso lo que espero que hagas, quiero que
ames, que te cases, que seas feliz.
-
Eso sería imposible, bonita. Ya te lo dije, no importa qué esté haciendo
o con quién esté, bastará una palabra tuya para yo correr a tu lado. Mi
felicidad eres tú y mi amor se va contigo --
y una silenciosa lágrima se
deslizó por su mejilla.
La última semana había
sido extraña. Después que Casander se fue, Sam fue al banco, cambió un poco de
oro por dinero Firbolg y se fue a un hotel. Pasó los primeros dos días sumida
en la desesperación. Ella siempre supo que no amaba a Casander pero había conseguido
engañarse a sí misma diciéndose que le estaba sirviendo para olvidar a Giulian.
En las últimas semanas, se había dado cuenta que estaba haciéndole daño a Casander,
estaba siendo egoísta, lo estaba usando y fue cuando tomó la decisión de
terminar con él. Sin embargo, con los apresurados preparativos para las bodas
había pospuesto esa charla. Pero cuando Giulian apareció de nuevo, se dio
cuenta de la magnitud de su error. No solo no lo estaba olvidando, sino que su
dolor resurgió con mayor fuerza.
Pero como ya se dijo
anteriormente, el espíritu es mucho más fuerte de lo que las personas creen.
Después de esos primeros días de desesperación, Sam salió de su habitación. Se
levantaba temprano, trataba de comer algo y luego se iba a recorrer distintas
partes de la ciudad. Había decidido pasar esos días en Londres, donde era muy improbable toparse con
personas que pudiesen reconocerla.
Uno de los lugares donde
prefería pasar el tiempo era en el St. James Park, ese lugar en cierta forma le
recordaba a Develieng, con sus hermosos jardines, con el palacio de Buckingham
y el pequeño lago que albergaba. Durante uno de esos paseos conoció a alguien a
quien difícilmente olvidaría y de quien no tenía idea del papel que
desempeñaría en su vida. Paseaba por el puente y tenía la mirada perdida en la
hermosa vista del palacio cuando se le acercó un extraño.
-
Es una hermosa vista -- le dijo el hombre
Sam sintió un extraño
rechazo a aquella voz gruesa y con timbre extranjero, pero diciéndose a sí
misma que debía dejar de imaginarse cosas, le dedicó una tímida sonrisa al
dueño. Pero al mirarlo bien, se fijó que a pesar de lo profundo de la voz, se
trataba de un joven aproximadamente de su edad, pero también estuvo segura de
una cosa, ese chico no era un Firbolg. O bien era un mago, o era un Arzhvael, y
de ser así, podía estar equivocada en la cuestión de la edad.
-
Por la forma en que siempre te quedas mirándolo --
dijo señalando el palacio -- parece que te trae recuerdos.
-
¿Siempre? -- preguntó Sam
-
Sí, siempre que te veo estas mirando hacia allá. Vengo aquí a diario --
agregó al ver el desconcierto en los ojos de la chica -- de modo que te he visto varias veces.
-
Pues es un hermoso lugar.
-
Lo es. ¿Puedo preguntarte a qué lugar te recuerda?
-
¿Cómo sabes que me recuerda algo?
-
Ya te lo he dicho, por la forma en que lo miras. Yo diría que con…
¿nostalgia?
-
Es un lugar del que guardo hermosos recuerdos -- le
contestó sorprendida de la capacidad de observación de él, lo que avivó sus
sospechas
-
¿Y qué lugar es ese? Si no es una impertinencia preguntar.
-
No tiene importancia -- dijo la chica
-
Todos los lugares que visitamos son importantes, especialmente si estos
han dejado una huella en nuestras vidas.
Sam guardó silencio. El
muchacho la observaba con atención, tanta, que a Sam empezó a incomodarle.
-
Lo siento, no era mi intención causarte incomodidad --
dijo el desconocido
Ahora estaba realmente
segura, definitivamente ese individuo tenía que ser un Arzhvael, y uno muy
poderoso, porque no era fácil que nadie descubriese sus pensamientos, o ella se había descuidado. Pero Sam no estaba para entablar relaciones
con nadie, de modo que siguió en su terco silencio.
-
Esconderse, o encerrase en uno mismo, nunca es la solución.
Y con esas extrañas
palabras, le hizo una inclinación de cabeza y se marchó. Sam se quedó preguntándose
si en algún momento conseguiría que la gente dejara de notar lo mal que se
sentía, y se propuso ser más cuidadosa en el futuro.
Al día siguiente se lo
encontró de nuevo. Él estaba sentado con la espalda recostada de un árbol y con
los ojos cerrados. Sam se acercó pero al verlo pensó que se había quedado
dormido, de modo que se volvió para marcharse.
-
No estoy dormido -- dijo
sorprendiéndola -- así que puedes
quedarte. De hecho me encantaría que lo hicieras.
-
Hola, no quería interrumpirte así que…
-
¿Y qué querías? -- preguntó -- Pensé
que habías decidido que ya te habías
escondido suficiente tiempo.
-
Yo no me estoy escondiendo
-- dijo irritada y él la miró
-
No sé cuál sea la pena que alberga tu corazón y si no quieres hablar de
ello no es mi intención obligarte, pero una carga compartida es siempre menos
pesada.
Se levantó, sacudió sus
ropas y se le acercó.
-
Mi nombre es Jared -- dijo extendiendo la mano -- Jared
Konstantin
-
Samantha -- dijo dándole la mano --
Samantha Douglas
A Sam le pareció ver un
destello de reconocimiento en los ojos de Jared y se dijo que había sido una
tontería decirle su verdadero nombre cuando sospechaba que pertenecía a su
mundo. Y también pensó que tenía muy mala suerte, porque de todos los hombres del planeta, tenía que ir a
encontrarse justo con un Arzhvael. Pero en sus próximas palabras no había nada
parecido al reconocimiento.
-
Bonito nombre
-
El tuyo es extranjero ¿no?
-
Sí, mis padres son comerciantes griegos.
-
Hablas muy bien nuestro idioma
-
He pasado mucho tiempo en tu país -- dijo sencillamente -- ¿Aceptarías
tomar algo en mi compañía?
Sam aceptó pero el café
se convirtió en comida, la comida en el té de la tarde y terminaron cenando
juntos. Sam tenía una extraña mezcla de sentimientos, una parte de ella
rechazaba a aquel extraño y la otra la impulsaba a quedarse. Cuando se
despidieron, acordaron verse al día
siguiente en el parque.
A pesar de que la
compañía de Jared había contribuido mucho a hacer del tiempo de Sam algo más
llevadero, la chica tenía una seria preocupación. No se sentía bien y sus
poderes se habían visto seriamente disminuidos. Pensó en ir a Edernez pero al
final decidió esperar, dentro de poco regresaría a su casa, hablaría con su
madre y después decidiría qué hacer. La última noche que Sam pasaría en
Londres, Jared la llevó a cenar. Una de las cosas que le hacía tolerable su
compañía, era el hecho de que no demostraba ningún interés romántico en ella.
Le había contado a grandes rasgos su vida omitiendo por supuesto los detalles
importantes, y él había hecho lo mismo. Dedujo que por la forma de vestir, sus
modales refinados, la educación y las menciones que hacía de su padre (su madre
había muerto), debían ser personas acaudaladas. Le mencionó que estaba por comenzar
sus estudios superiores y que antes de eso, regresaría unos días a Grecia.
-
Ha sido un placer conocerte Samantha, espero que logres resolver tu
problema -- le dijo él cuando llego la hora de la
despedida
-
¿Disculpa? -- preguntó Sam
-
El hombre del que estas huyendo. En mi opinión el amor es una complicación
innecesaria y muchas veces como en tu caso, solo sirve para hacerte
infeliz -- y con esa extraña despedida, se marchó.
Sam se quedó mirándolo
partir y se preguntó si alguna vez tendría éxito en disimular sus sentimientos.
Y después de haber compartido casi una semana con aquel individuo, aún no
decidía si le resultaba agradable o no. Parecía frío y calculador, y había algo
en su mirada que la seguía poniendo incómoda. Y aunque le parecía
improbable volver a encontrarse con él,
algo le decía que lo volvería a ver.
Durante todos aquellos
días, Sam recibía dos mensajes diarios de Mael, uno al levantarse y otro antes
dormir, donde él le daba los buenos días o las buenas noches y le informaba
acerca de los niños. Esa noche antes de irse a dormir, Sam le avisó que
volvería al día siguiente y Mael se alegró sinceramente, porque aunque sabía
que nada cambiaría, al menos ella estaría de nuevo en casa.
Todo el tiempo que Sam
había estado fuera, Mael había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para
evitar dos cosas. La primera correr hacia ella, pero sabía que eso la haría
sentir mal, la quería demasiado como para eso y le había prometido no hacerlo.
Y la segunda, no romperle el cuello a Giulian, porque estaba perfectamente al
tanto aunque nadie se lo hubiese dicho, que aquella salida de Sam solo podía
obedecer al regreso de ese infeliz.
Sin embargo, Mael cumplió
con lo prometido, no la buscó y se dedicó a pasar tanto tiempo como le era
posible con los niños, y en las noches cuando el dolor parecía a punto de
consumirlo, el destino se había encargado de proporcionarle una ayuda, que si
bien no remediaría su dolor ayudó a hacerlo más llevadero, porque Jonathan se
dio a la tarea de buscarlo cada noche y bajo cualquier pretexto se lo llevaba a
diferentes lugares para distraerlo.
Jonathan sabía
perfectamente, al igual que el resto de la humanidad, lo que Mael sentía por
Samantha, y aunque en un principio le había reprochado a Mael así como en una
oportunidad en el pasado se lo reprochó a su hermano Kenny, el no atreverse a
decírselo, pero luego entendió la magnitud del problema. Mael siempre le había
dicho que si no lo hacía era porque sabía que ella nunca lo miraría con esos
ojos, que el amor era algo que no se podía obligar y que además el corazón de
“la nena” ya tenía dueño. Obviamente esto último a Jonathan no lo convencía en
lo más mínimo y se negaba a creer que alguien pudiese pensar que Casander tenía
alguna oportunidad, porque era evidente que eso no funcionaba. Pero Jonathan
era un Arzhaelí cuya principal función era el espionaje y la investigación, de
modo que aun sin proponérselo, su cerebro en un ejercicio mental que se
activaba de forma automática cuando estaba ante un problema, encontró una
respuesta que no estaba buscando, al menos no de forma consciente.
Cuando el nombre de
Giulian saltó, él se fue derecho a buscarlo y justo es decir que aun contra su
voluntad, tuvo que acudir a Garlan, porque el desgraciado estaba haciendo todo
para no ser encontrado. Pero Garlan era el mejor en lo que hacía y no tardó
prácticamente nada en proporcionarle la información y una vez con ella, se presentó
ante el asombrado Arzhaelí apenas unos días antes de la boda. Después de la
andanada de pesadeses, lo enfrentó con sus sospechas y Giulian estaba tan mal
que no se molestó en negarlo. A partir de ahí, Jonathan estaba en un dilema,
porque ambos eran sus amigos, pero habiendo llegado a la conclusión de que
Samantha sentía lo mismo por Giulian, le dio la lata a éste para que volviera y
es presumible que Jonathan McKenzie fuese el principal artífice del regreso de
Giulian.
No obstante, ahora que
Giulian había regresado, Jonathan se había dado a la tarea de ocuparse de su
otro amigo que lo estaba pasando realmente mal y esperaba sinceramente que
lograse superar aquello, porque si las cosas se arreglaban entre Giulian y
Samantha, Jonathan sospechaba que la vida de Mael quedaría destrozada para
siempre. Lo único que Jonathan no previó, tal vez por haberse concentrado en lo
inmediato, fue que Mael era un berserker y que las implicaciones de esa condición
podían hacer que todo aquello terminase en tragedia.
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