El tiempo parecía haberse
echado a correr, ya estaban a finales de octubre y todo parecía marchar de
maravilla. Anastasia había dado a luz a otra niña y la habían llamado Eurielle
Natasha.
Las clases este semestre habían cambiado un poco. Ya no veían algunas
asignaturas que habían sido sustituidas por otras, en este semestre estaban
viendo por ejemplo Historia y Orígenes de
los Arzhvaels y Ciencias de la Salud.
Cuando les anunciaron las nuevas materias que verían, los chicos no se
sintieron muy contentos con la primera, porque pensaron que sería terriblemente
aburrido, pero no estaba resultando tan malo como habían pensado.
-
Los orígenes de los Arzhvaels
-- les había dicho el profesor en
la primera clase -- se remontan a muchísimos siglos atrás. En un
principio, Arzhvaels y Firbolgs vivían en armonía. Era comúnmente aceptada la
existencia de una fuerza superior a la que ellos manejaban. Los elementales de
la naturaleza, se mostraban de forma más confiada a los humanos y prestaban sus
servicios a los Arzhvaels e incluso a los magos. Pero cuando la humanidad
comenzó a volverse ambiciosa, egoísta y peligrosa, incluso para sí misma, los
primeros en alejarse fueron los elementales. Posteriormente los Arzhvaels nos
vimos obligados a apartarnos del mundo, y finalmente los magos que convivieron
por un período mayor entre los Firbolgs, también se vieron obligados a ocultar su existencia,
especialmente cuando comenzaron a ser víctimas de persecuciones y crueles
matanzas. Pero entre Arzhvaels y magos, también hubo cambios importantes,
muchos se volvieron ambiciosos y se creyeron superiores por el poder con el que habían sido dotados, causando graves
perjuicios a sus iguales y a los Firbolgs. De ese comportamiento deshonroso, es que nace la maldición de Myrddhin.
Los Douglas y sus amigos se
miraron y prestaron mayor atención a las palabras del profesor.
-
Myrddhin, nuestro Gran Druida
y uno de los Arzhvael más poderosos que ha dado nuestra raza, maldijo a sus
congéneres, argumentando que se habían vuelto arrogantes y vanidosos y que el
poder que les había sido conferido, lo estaban malgastando en beneficio
personal y en perjuicio de la humanidad. Por tanto, a partir de ese momento de
la historia, ningún otro Arzhvael ostentaría tanto poder como para someter a
los pueblos a sus caprichos. De ahí también nace una antigua profecía, donde se
señala que de la línea de sangre de Myrddhin, nacería una mujer a quien le
serían transferidos esos poderes, pero como no hay constancia ni evidencia física
de esto, no es algo que se pueda asegurar. Muchos han cuestionado la veracidad
de las palabras de Myrddhin, en cuanto a que no habría ningún otro Arzhvael con
suficiente poder para someter a los pueblos, sobre todo en la época de Nurión,
pero las protestas fueron acalladas al comprobarse que hubo quienes pudieron
vencerlos.
En este punto miró
significativamente a Danny y a Sam. Al final de la clase, les dejó un trabajo acerca de personajes famosos
de su raza, y las razones por las cuales habían alcanzado notoriedad.
En las clases de Ciencias de la Salud, les dijeron que
debían tener un conocimiento básico en curar heridas, debido a que la profesión
que habían escogido se prestaba a tener accidentes, algo que ya ellos habían
tenido oportunidad de comprobar de manera personal, y no siempre tendrían
posibilidades de acceder de forma inmediata a atención especializada. A Sam no le gustaban mucho esas clases, tenía
problemas para recordar los conjuros para curar
heridas, o los ingredientes necesarios para preparar brebajes medicinales, y como ella solía curar las
heridas utilizando su energía, le fastidiaba enormemente tener que memorizar
todo aquello.
-
No sé Aderyn, no lo recuerdo --
estaba diciendo en su primera clase
-
Vamos Sam, la hemos utilizado muchas veces cuando Danny y
Gail se han caído de sus Glides -- decía Aderyn
Al ver que no había forma
de que Sam recordase el nombre de lo que estaban utilizando, puso cara de
resignación.
-
Es Aliaria Sam
-
¿Puedo ayudarlas? -- escucharon una voz a sus espaldas, y al
volverse vieron a Paul Aldridge
-
Hola Paul -- saludó Sam
-
Si tienen problemas solo díganmelo
-
¡Oh bueno, gracias! -- dijo Aderyn
-- Pero estamos bien.
-
Habla por ti -- dijo Sam que aún estaba irritada por no poder
recordar -- esta clase es un asco -- el
chico rió y la miró con curiosidad
-- ¿Qué? -- preguntó
Sam
-
Nada, solo que sé que eres una excelente alumna y me extraña oírte decir
eso, además lamento que consideres esta
clase un asco, ya que es mi especialidad.
Sam enrojeció intensamente
y recordó algo tarde el reconocimiento que había recibido Paul por su destreza
en el manejo de la energía curativa. Pero como no encontró nada que decir que fuese suficientemente apropiado,
lo miró y le sonrió.
-
Lo siento Paul --
dijo sin dejar de sonreír -- pero no se me da muy bien esto.
Aderyn que observaba como
siempre con sus atentos ojos, pensó que por la forma en que la estaba mirando
Paul desde que Sam desplegó su sonrisa, se metería en muchos problemas.
-
Te ofrezco mi ayuda si la necesitas
-- dijo sin dejar de mirar a
Sam --
solo tienes que solicitarla.
-
Gracias, eres muy amable -- le dijo Sam
Aderyn decidió romper el hechizo y llevarse a su amiga de allí.
-
¡Aderyn! -- se quejó la chica cuando se habían alejado un
poco --
Me estás haciendo daño, suéltame ¿temes perderme?
-
No, temo que otro pueda
perderse -- dijo mirando
significativamente a Paul
Sam entendió a qué se
refería su amiga.
-
Sam, te aconsejo que no despliegues tus encantos de esa forma.
-
Aderyn yo no…
-
No quiero decir que lo hagas a propósito, pero debes controlarlo.
-
¿Ah sí? -- ya Sam comenzaba a
enfadarse -- ¿y cómo se supone que haga eso?
-
Solo no te pongas encantadora
con ellos -- dijo Aderyn y la dejó allí.
Pero eso resultaba más
fácil decirlo que hacerlo, porque o se volvía directamente desagradable con la
gente, o no sabía cómo resolverlo. Cada vez que tenían aquella clase, el chico
hacía indecibles esfuerzos por llamar su atención, pero Sam atendiendo a lo
dicho por Aderyn, trataba de mantener la distancia.
Cuando comenzaron con el
Club de Duelo, Sam gimió internamente al ver que Paul se había integrado ese
semestre en el Club. Esto podía ponerse difícil, como se lo hizo notar Aderyn.
-
Sam, si no lo haces por ti, hazlo al menos por la integridad física de
Paul --
le dijo
-
Pues la única forma que veo de resolverlo, es comenzar a lanzarle
maldiciones.
El chico se acercaba
apresuradamente a saludarla.
-
Buenos días chicas -- dijo alegremente --
espero que no me hagan papilla.
-
Buenos días Paul -- dijo Aderyn
-- ¿Puedo ser curiosa y preguntar
qué te hizo matricularte este semestre en el Club?
-
Pues, creí que sería divertido y como tengo más tiempo libre ahora
decidí participar -- le contestó, pero sin dejar de mirar a Sam.
-
Pues será mejor que te prepares, no es muy probable que salgas muy bien
parado -- le advirtió Aderyn
Sam miró a su amiga con extrañeza, normalmente Aderyn no se comportaba
de aquella forma, pero luego recordó cómo la afectaban los embarazos, y
entendió.
-
Estás muy silenciosa esta mañana Samantha, espero que no te sientas
mal --
le dijo Paul ignorando a la rubia
-
No, estoy muy bien gracias
-- dijo la chica sonriendo de
forma automática
-
Vaya, ahora sí que salió el sol
-- dijo el chico sonriente
Aderyn puso los ojos en
blanco pero muy a tiempo se fijó que Giulian estaba mirando en esa dirección.
-
Debemos irnos Sam, nos vemos
luego Paul -- dijo tomándola del brazo
Se ubicaron cerca de Dan y
Amy, y le susurró como una gansa enfadada.
-
¿Qué crees que haría Giulian si se diera cuenta?
-
Aderyn por favor…
-
Sí, tienes razón. Esto es asunto tuyo, no tengo por qué estar
cuidándote.
Sam suspiró con resignación
y pensó en Gail y en cómo la estaría pasando con este nuevo embarazo. Ese día Giulian
comenzó repasando las técnicas que se utilizaban en un duelo con
desapariciones. Dan que era el que más experiencia tenía en esta clase de
enfrentamientos, se ofreció voluntario para comenzar. Poco a poco, todos los
alumnos comenzaron a pasar por el entarimado. A la mayoría les faltaba
velocidad, los conjuros de ataque y defensa les salían bien, pero perdían
tiempo en la desaparición en sí, razón por la cual, finalmente eran
invariablemente derrotados. Cuando le tocó a Sam, no pudo derrotar a su padre,
pero tampoco él logró alcanzarla con ningún conjuro. Por lo tanto se declaró
empate.
Darien y Derian crecían
velozmente y había quedado demostrado que nunca podrían hablar en voz baja, ya
que a sus casi tres meses era imposible ignorarlos y si lloraban, generalmente
los escuchaban desde cualquier lugar de la casa.
Las cosas en casa se habían
pacificado mucho después del nacimiento de los gemelos, los chicos consumían
tanto tiempo y energía que no les quedaba tiempo para pelearse entre ellos.
El único problema que
necesitaba urgente solución era Paul Aldridge. Sam había intentado por todos
los medios alejarlo, pero el chico era el más insistente de todos. Dan veía con
cierta preocupación que aunque la mayoría de los muchachos del Instituto,
estaban perfectamente enterados de que su hija estaba casada, seguían
persiguiéndola. Cada vez que Sam entraba al comedor, enseguida comenzaban a
revolotear a su alrededor. De modo que habían adoptado la costumbre de procurar no dejarla sola, y de esa manera
mantenerlos a raya. Agradecía internamente que Giulian no fuera un profesor de
tiempo completo en el Instituto.
Por supuesto, ya todos
habían notado la especial insistencia de Aldridge, y cada vez que lo veían
acercarse, buscaban la manera de llevarse a Sam a otro lado.
Ese día, estaban todos
terminando de comer cuando lo vieron acercarse. Danny y Gail se miraron y
resoplaron con fastidio.
-
Ya me estoy cansando de hacer de guarda espaldas --
dijo Danny
-
Yo pensé que cuando se casara dejarían de fastidiar -- agregó
Gail
-
Pues nadie les pide que hagan nada
-- protestó Sam
Se levantó sintiéndose muy
indignada con sus hermanos, pero al dar la vuelta, chocó directamente con el
responsable de la discusión, murmuró una apresurada disculpa y siguió. Todos
estaban tan sorprendidos por la súbita partida, que nadie reaccionó cuando Paul
la siguió. Al momento en que Dan se percató de la situación, se levantó para
seguir a su hija.
-
Déjala Dan, ella tiene razón, no tienen que vigilarla de esa forma,
deben dejarla respirar -- dijo Amy
-
Amy tú no entiendes, no quiero
que mi mejor amigo se convierta en un asesino
-- explicó él con paciencia
-
Por favor Dan -- dijo su esposa
-
Yo estoy de acuerdo con papá,
donde Giulian se entere, no va a quedar nada del pobre individuo.
-
Eso es ridículo, no puede andar golpeando a todo el que se le ocurra
mirarla -- le dijo su madre
-
Me gustaría estar de acuerdo contigo pero… -- y
dejó la frase inconclusa dándolo por sobrentendido
-
Y sobre todo, intenta decírselo a él
-- agregó Gail
Mientras tanto, Sam se
había ido a los jardines pensando que toda esta situación era absurda. No era
una niña pequeña para que la estuvieran vigilando todo el tiempo.
-
Samantha -- oyó que gritaban su nombre y se volvió
Ya era suficiente, pensó.
Era hora de arreglar al menos esto de una buena vez. De modo que esperó que el
chico la alcanzara.
-
¿Estás bien? -- preguntó Paul
-
¿Por qué siempre piensas que me sucede algo? --
preguntó aún molesta
-
Lo siento…es que…cuando tú…bueno cuando…cuando te veo…no se me ocurre mucho
que decir -- dijo el muchacho apenado.
Ella lo miró y se
compadeció de él, después de todo no tenía la culpa de su mal humor pero debía
resolver este asunto.
-
Paul, hay algo que
quiero preguntarte. ¿Tú estás consciente que yo estoy casada? -- y
el chico enrojeció hasta la raíz del cabello.
-
Sí, lo sé, todo el mundo sabe que eres la esposa de Giulian Cornwall --
dijo apenado
-
¿Entonces podrías dejar de comportarte como un colegial enamorado?
-
El problema es que tal vez no soy un colegial pero…sí estoy enamorado.
Y sin darle tiempo a decir
nada más, le dio la espalda y prácticamente corrió hacia el edificio. Sam se
quedó allí de pie y con los ojos muy abiertos. Genial pensó, y yo que pensaba
arreglarlo. Regresó cabizbaja cuando escuchó la campana que anunciaba las
clases de la tarde.
Paul no volvió a
acercársele en toda la semana, de modo que Sam concluyó que después de todo, la
breve conversación que sostuvo con él había servido para algo. Pero no estaba
muy acertada, ya que el chico escogió el peor día para volver a hablarle, el
sábado en el Club de Duelo.
Acababa de darle un beso a
su esposo y estaba a mitad de camino hacia las gradas donde estaban todos,
cuando él la detuvo sujetándola por un brazo.
-
Samantha, el otro día me porté como un idiota, no voy a retirar lo que
dije porque eso equivaldría a mentir, solo quiero agregar que si alguna vez
consideras… dejarlo, yo estaré aquí.
-
Pero… ¿qué dices? -- dijo asombrada -- Yo amo
a mi marido.
-
Quizá lo amas ahora, pero todos sabemos cómo es él y tal vez con el tiempo…
-
¡NO! ¡Eso no va a pasar! --
exclamó ella muy disgustada
-
En cualquier caso solo quería que lo supieras, y si alguna vez lo
consideras recuerda que yo te amo.
Nadie podía haberse
imaginado una situación peor. Cuando Paul había tomado el brazo de ella para
detenerla, Giulian había dejado lo que estaba haciendo y empezó a dar grandes
zancadas en su dirección. Dan, Danny y Gail que lo habían visto, saltaron de
las gradas y comenzaron a correr hacia ellos. Sam no se había dado cuenta de
nada y para empeorar las cosas, Paul aún le sujetaba el brazo y Giulian los
alcanzó justo en el desafortunado momento en que Paul terminaba su frase.
-
Si aprecias en algo tu vida, te aconsejo que le quites las manos de
encima a mi mujer -- dijo una voz venenosa al lado de Paul
Sam volvió la cabeza tan
violentamente que se hizo daño en el cuello. Paul miró al hombre y soltó a Sam,
y con más valentía de la hubiera sido prudente, se dirigió a él.
-
Espero que sepas lo afortunado que eres
-- dijo con simplicidad
-
Me alegra que apruebes mi gusto en mujeres -- dijo con una voz en la que no había ningún
rastro de la mencionada alegría y en cambio estaba cargada de odio --
Puedo compartir mis conocimientos en esta clase pero mi esposa es algo
que no estoy dispuesto a compartir.
-
¡GIULIAN! -- exclamó Sam estupefacta por la velada
insinuación de sus palabras
-
Dirige tus atenciones a otro lugar si no quieres ser víctima de una
muerte muy dolorosa -- siguió Giulian ignorando a su mujer
Sam miró a Giulian y los
ojos se le llenaron de lágrimas. Se dio la vuelta y echó a correr hacia las
gradas. Paul le dio la espalda y también se marchó. Dan y los chicos miraban a Giulian
con desaprobación.
-
¿Qué? -- preguntó él
-
¿No crees que te sobre pasaste?
-- preguntó a su vez Dan
-
No -- y dándoles la espalda se fue a su sitio
Cuando llegaron a las
gradas, Sam lloraba en el hombro de su madre y una muy enfadada Aderyn le
decía:
-
Te lo dije
-
Déjala Aderyn, Giulian se acaba
de portar como un patán.
Ese día le fue muy mal a
Sam, logró deshacerse de sus contrincantes pero tanto su padre como su hermano
lograron ponerla fuera de combate e incluso uno de los conjuros la golpeó tan
fuerte que se lastimó seriamente una mano, por lo que Giulian tuvo deseos de
descuartizar a su amigo.
Esa noche al igual que
todos los sábados, se encontraban cenando con todos los chicos, pero Sam se
había excusado diciendo que no se sentía bien. Giulian tenía cara de pocos
amigos y todos estaban visiblemente incómodos
hasta que Amy no aguantó más.
-
Giulian... -- pero el no la dejó continuar
-
¿Qué pretendían que hiciera? ¿Qué me quedara tan tranquilo mientras ese
imbécil le declaraba su amor a MI ESPOSA?
-- dijo fuera de sí
-
Te agradecería que no le gritaras a la mía --
advirtió Dan en tono helado
-
Lo siento -- dijo calmándose un poco --
pero es que todos ustedes parecen dispuestos a crucificarme por defender
lo que me pertenece.
Todos los presentes se
preguntaban si en realidad él no se daba cuenta del tamaño del error que había
cometido.
-
En primer lugar no te pertenece idiota, es tu esposa no un jarrón, y en
segundo, nada te da derecho a tratarla como lo hiciste --
dijo una enfurecida Aderyn para sorpresa de todos, ya que era la que
normalmente defendía a Giulian
-
Giulian, nadie te critica el
derecho a defender a tu esposa en el caso de que necesitase ser defendida, y
estoy seguro que no era así porque Sam es perfectamente capaz de
defenderse -- estaba diciendo Iván
-
Tú no estabas allí -- dijo
Giulian con rebeldía
-
Él no pero yo sí -- dijo Dan
-- y en primer lugar, no era
necesario y en segundo lugar, lo hiciste de la peor manera posible. ¿No te das
cuenta de que con lo que dijiste insinuabas
veladamente que ella podría estar dispuesta a aceptar las atenciones de ese
hombre?
Giulian se sintió por
primera vez desde que todo este lío había comenzado, terriblemente culpable.
Recordó los ojos de Sam anegados de lágrimas y se hundió en la desesperación
¿Qué demonios había hecho?
-
Yo no quise…
-
Pero lo hiciste -- lo interrumpió Dan -- ella te ama Giulian, y no tenías derecho a
insultarla así.
Giulian se levantó de su
silla y salió del comedor. No podía soportar las miradas acusadoras de todos y
en realidad no se soportaba a sí mismo. Ahora entendía la magnitud de su error
y buscaba desesperadamente cómo repararlo. Cuando entró a su habitación,
encontró a Sam sentada en el sillón y con una serie de objetos orbitando
alrededor de su cuerpo. Esto no pintaba bien, porque cuando las cosas empezaban
a volar a su alrededor, significaba que estaba furiosa.
-
¿Sam?
Ella se levantó y lo miró
con un brillo asesino en los ojos.
-
Tú patán ordinario ¡Aléjate de mí! --
exclamó con ira
Y con un pequeño movimiento
de su mano, todo lo que orbitaba a su
alrededor salió disparado con violencia hacia él. Lo que le dio tiempo de
correr fuera y escaleras abajo. Todos oyeron el portazo, se asomaron solo para
ver a Giulian correr hacia el exterior.
Cuando Sam había llegado
esa tarde, fue a ver a los gemelos y después de pasar un rato con ellos, se
encerró en su habitación y mando a Crappy con el mensaje de que no cenaría.
Lloró amargas lágrimas de dolor, al recordar lo que Giulian se había atrevido a
insinuar. Pasó del dolor a la frustración y de la frustración a la rabia. No
entendía cómo era posible que él pensara semejante barbaridad. ¿Es que acaso dudaba
de su amor? Se había pasado todas esas horas cambiando de estado de ánimo,
considerando cualquier cantidad de cursos de acción, sin haber llegado a
ninguna conclusión. En el momento en el que él entró, estaba furiosa y
reaccionó en consecuencia. Al demonio con él, que pensara lo quisiera. Ahora
estaba corriendo por el jardín, porque no quería verlo, no quería hablarle, no
quería ni que se le acercara, pero no tenía dónde esconderse y eventualmente la
encontraría, pero salir de la propiedad no era una buena idea. Entonces
recordó. Tienes que desear ser vista.
Debía funcionar al revés. De modo que se detuvo y concentró todas sus fuerzas
en “no” ser vista.
-
¡SAM! -- gritaba Giulian al mismo tiempo que recorría
el jardín.
Una serie de aterradoras
imágenes pasaron velozmente por su mente. ¿Y si había decidido abandonar la
propiedad? Caminó en dirección a las verjas de entrada, pero no había rastro de
Sam. Recordó las palabras de Diandra de hacía meses atrás, si ella no quiere ser encontrada, no podremos hacerlo.
-
Sam por favor regresa -- dijo inconscientemente a la noche --
solo quiero pedirte perdón.
Lo que él no sabía, era que
ella lo estaba escuchando y de pronto se materializó frente a sus ojos. Lo hizo
tan súbitamente que él casi choca con ella.
-
Sam -- dijo aliviado y la abrazó
Se separó un poco y la miró
extrañado de que no lo atacara.
-
¿No había algo que querías decirme?
-- le preguntó ella
-
Bueno…la verdad es que…un momento, ¿cómo lo sabes?
Ella lo miró y elevó una
ceja interrogativamente.
-
¿Eso importa?
-
Princesa, yo nunca quise sugerir que tú y ese idiota… – se detuvo, la miró y continuo -- tuvieran algún tipo de relación.
-
Pero eso fue lo que hiciste
-- le dijo
-
Debes entenderme
princesa. Verlo allí declarándote su amor fue superior a mis fuerzas, mucho me
contuve para no partirle la cara ahí mismo
-- pero al ver que ella no decía
nada se alarmó --Mi vida, ya sé que he sido
el mayor de los imbéciles pero…
Ella puso un dedo en su
boca para silenciarlo.
-
Dime una cosa Giulian ¿Por qué te resulta tan difícil de entender que yo
te amo y que no podría mirar a otro hombre teniéndote a ti?
Giulian sintió que el cielo
le abría sus puertas. La atrajo hacia su pecho y apresó sus labios en los
suyos. Al menos en esta ocasión habían podido resolver el asunto sin tanto
problema, lástima que Giulian fuese lento para aprender.
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